La creencia en la solidez del mundo se quebró. ¡Nunca me voy a separar! Hubo un día en que el infeliz pegó el portazo. Sin saludar, o solamente con un último saludo. ¡Me voy! chau. Nada más. No dijo nada más. Lo esperó toda la noche y a la noche siguiente también. Él...
Tres pasos: la puerta
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