Hay pocos a los que se les concediĆ³ el privilegio: un cuerpo habitado. Lo primero que hay que hacer es calentar los pies. Caminata en media punta, un pie y el otro. Es el momento de treparse a los empeines, agarrados de la barra. Los pies empiezan a desperezarse y te hacen cosquillas. Pasan cosas mĆ”gicas. Si calentĆ”s un solo pie, ese lado te queda mĆ”s largo y mĆ”s flojo (pie, pierna, brazo, Ā”cara!). Aprender los secretos de funcionamiento es un trabajo que lleva aƱos, pero se disfruta en el recorrido.
ĀæSe acuerdan de la pelĆcula: las zapatillas rojas? Una chica que amaba bailar, se probaba esas zapatillas y mĆ”gicamente hacĆa los mĆ”s difĆciles pasos de danza. Disfrutaba del baile, pero en un momento se cansa y descubre que ya no puede bajarse de esas zapatillas, que tienen algo siniestroā¦ no puede parar de bailar, tampoco puede detenerseā¦ Era una pelĆcula de una estĆ©tica hermosa, parecĆa un sueƱoā¦ Las zapatillas rojas la llevan a la destrucciĆ³n.
EstĆ”n los privilegiados que logran subirse a zapatillas mĆ”s modestas y esquivar el hechizo. Trabajan a diario, transpiran la camiseta, saben de sus fortalezas y debilidades. Tratan de mejorar y brillan cuando se suben al escenario. Esperan en camarines que termine el nĆŗmero anterior. Charlan, cantan, se maquillan, comen galletitas, toman un poco de agua (no demasiada).
Saben que ese momento mĆ”gico no es fruto de las zapatillas rojas. El mundo real desaparece! SĆ³lo bailar! Tienen que hechizar al pĆŗblico con el riesgo de que puedan adivinarse sus secretos mĆ”s Ćntimos.