Se mira al espejo. Esta es la última función de la semana… Ya no tiene más ganas, no tiene edad. Le llevó años aprender los firuletes, la marcación del hombre y la mujer, seguir el dos por cuatro… Antes se desvivía por ir a la milonga a practicar. El tango no es para cualquiera.
Le duelen las piernas, los baños de agua tibia y sal no son muy efectivos. ¡Quién aguanta esos tacos! Tiene que vestirse, falta poco… pollerita corta. Antes le gustaba mostrar esas piernas y se enorgullecía: las bailarinas de tango tienen las mejores piernas y la cinturita bien formada, ¡resultado de tanto firulete! El brillo de sus ojos, esa pasión por el baile…
Los desencuentros la desalentaron, ¡La pista trae amores de diez minutos!… Los cuerpos se acercan, se intuyen. Pero se acaba la música y se rompe el hechizo. Se despierta del sueño, hay que irse a casa a descansar… a veces una noche de amor (sin amor), otras un buen baño, un té y al otro día la misma historieta. ¿Llegará algún día su príncipe azul?
Seguro que la espera en el banco de una plaza…
Él está, tomando mate, leyendo algo y tostándose al sol. Si ella no se apura siguen pasando los años y no se entera que él la espera siempre, la mira y la espera. Ya descubrió que le gustan las medialunas de grasa. Un manjar prohibido para ella.