“La siesta del sábado es un momento privilegiado
(todos se sacan lo que tengan puesto y ya no importa qué es).
La piel se luce, es protagonista.”
Con pies descalzos se baja de la cama, toca el piso fresco, recorre el espacio buscando algo. Hace calor. Todavía está dormida. Estarían bien unos mates en la cama. El sábado es un día especial.
Salta de la cama, busca sus pantuflas, sin ellas no se baja de la cama; siempre hay polvillo en el piso, raspa, está incómodo. Con tres zancadas llega a la otra punta de la casa, se mete en el baño y se lava los dientes. Hay muchas cosas para hacer. Todo lo que quedó pendiente de la semana.
Una ducha. Vestidito suelto y zapatos de taco chino. Cómodos y simpáticos. Coquetería de diez de la mañana.
Zapatillas, ropa deportiva, si hay que hacer cosas en la casa, remera desteñida o agujereada, elegida cuidadosamente. Se la puede manchar nuevamente y sin culpa. ¡No es el traje! No es ropa de laburo, es ropa cómoda, en la que entrás mejor porque está estirada; está buenísima.
¿Por qué corre? ¿Por qué camina descalza? ¿Por qué?
Ella se cambió tres veces los zapatos, para salir son más cómodos otros, con los que puede manejar el auto. Luego volvió y recuperó los anteriores Taco chino. El no notó la diferencia, cuando ella se lo hizo notar, quedó perplejo.
La siesta del sábado es un momento privilegiado (todos se sacan lo que tengan puesto y ya no importa qué es) La piel se luce, es protagonista. Los pies se acarician, se besan, se aman.
Es sábado a la noche, él se calza sus mejores zapatos recién lustraditos, ella, por supuesto: Tacos Altos (Con mayúscula).